Lo nuevo, lo acelerado, y lo invisible: tres ejes del 2024 (y lo que viene en 2025)
BLOG INSTITUCIONAL l Ramiro Albrieu l Diciembre 2024
¿Cómo serán los trabajos latinoamericanos en, digamos, 10 o 15 años? ¿Cuántos de esos rasgos del futuro cercano estamos creando hoy con nuestras acciones? ¿Qué hay que hacer distinto en la actualidad para que el mercado de trabajo de mañana sea uno más dinámico y con mejores perspectivas para grupos que se encuentran marginados, como las mujeres o los jóvenes? A contestar estas preguntas dedicamos el año -y los que vendrán- en Sur Futuro.
¿Qué aprendimos en 2024 sobre el futuro del trabajo?
#1 Lo nuevo: la máquina de razonar basada en el lenguaje
El avance de la inteligencia artificial generativa (IAG) se llevó la marca, dando lugar -nuevamente- a la sensación de que estamos en las puertas de una gran transformación del mundo del trabajo, donde finalmente se define lo nuevo y su contraparte: lo viejo, lo obsoleto. Vuelven a aparecer frases que marcarían un cruce de Rubicón, como “el futuro ya llegó” o “vienen por nosotros”. La cosa nunca termina de ser así, porque los cambios tecnológicos son procesos que combinan innovaciones de dinámicas y plazos de maduración disimiles, y suelen ser incrementales antes que disruptivos. Y en lo referido a los mercados laborales, como todo espacio donde priman los hábitos humanos, las tecnologías tardan en dar lugar a una nueva tekné, o forma generalizada de hacer las cosas. Sin embargo, aprendimos a lo largo de este año que la IAG tiene un gran potencial para redefinir enteramente los mercados laborales asociados a los servicios, desde la educación hasta la traducción de textos. Después de todo, su potencial deriva del hecho de que hackea una herramienta básica de interacción humana: el lenguaje. También aprendimos que, al apoyarse sobre tecnologías que ya son habituales para los trabajadores, el ritmo de penetración de la IAG es muy superior al de otras tecnologías del pasado.
Los países de América Latina y el Caribe podrían mirar con interés: aparece una nueva oportunidad para salir del atolladero que representa una productividad laboral estancada desde hace más de una década. A lo largo del año, en Sur Futuro fuimos probando distintas metodologías para medir el impacto potencial de la IAG en los mercados laborales de la región, desde las basadas en habilidades (como Felten et al. 2023 y Cazzaniga et al. 2024) a las que toman como atributo a las tareas (como Gmyrek et al. 2023). El ejercicio dibuja un panorama que creemos se sostendrá en el corto y mediano plazo: la IAG afectará muy poco a los empleos de baja productividad y bajos salarios. Sin embargo, sí tiene la capacidad de redefinir buena parte de los empleos en servicios de alta calificación, en general potenciándolos antes que amenazándolos. En particular, en servicios altamente masculinizados (como los profesionales en TICs) el impacto es fuerte, positivo e inmediato, mientras que en servicios feminizados (como la enseñanza) el impacto podría ser fuerte y positivo, pero para ello se requiere una reingeniería social de reforma del sistema educativo que no es para nada inmediata.
# 2 Lo que se aceleró: el cambio climático
El año 2024 se encamina a ser el primero en que la temperatura global sobrepasa los 1.5 grados por encima de los valores preindustriales. En varios países del Oriente Medio comienza a desplazarse la jornada laboral del día a la noche, como predecía en 2023 la serie de AppleTV Extrapolation (solo que databa este desplazamiento en 2037). En los últimos años los mercados de trabajo no sólo se vieron afectados por mayores temperaturas, sino también por la multiplicación de los shocks climáticos extremos (como se puede ver en esta página de la NASA).
Aunque pocas veces se ve desde este ángulo, las discusiones sobre la mudanza de la economía global hacia un sistema que genere menores emisiones de carbono y detenga el calentamiento global tienen un capítulo laboral que es crítico. La literatura sobre “empleo verde”, muy dinámica en 2024, apunta justamente a caracterizar las ocupaciones que se verían potenciadas si se enverdecen las actividades económicas. El estado de las discusiones en materia metodológica es todavía incipiente, como se destaca en OCDE (2024), pero se han hecho avances analíticos que vale la pena testear con los datos. Al igual que con la IAG, en Sur futuro a lo largo de 2024 estuvimos midiendo el peso del empleo verde en los países latinoamericanos siguiendo distintas metodologías, desde las “top-down” (donde se considera todo el empleo contenido en las actividades productivas verdes, por ejemplo Bontadini y Vona 2023) a las “botton-up” (se toman ocupaciones que realizan mayormente tareas verdes sin importar en que actividad económica se encuentran, como lo hace Vona et al. 2018).
¿Qué encontramos? Mucha varianza en los resultados, claro. En la figura se exhiben los resultados de aplicar una metodología de minería de textos adaptada de Granata y Posadas (2024). Pero también algunas tendencias claras: la proporción de las y los latinoamericanos que tienen empleos verdes es baja en relación a lo que se observa en los países de altos ingresos. Se trata de empleos donde, de nuevo, son mayoría los varones.
Sin embargo, nos dimos cuenta de que una discusión sobre cambio climático y mercado de trabajo que sólo hable empleo verde deja sabor a poco. ¿Vale preguntarse sobre los empleos que serían consistentes con una economía de menor emisión? Si, porque hacia allí debemos direccionar los esfuerzos de la sociedad en materia de skilling y reskilling. Pero, mirando de nuevo el video de la NASA, es evidente que necesitamos indagar sobre los escenarios donde los avances en la transformación verde son limitados. No se trata de un ejercicio de ciencia ficción: sería nomás extrapolar lo que viene ocurriendo. ¿Qué pasará -qué está pasando, de hecho- en los mercados laborales dado que las temperaturas siguen aumentando y los eventos climáticos extremos se multiplican? Estamos trabajando en una metodología que cruza atributos ocupacionales con rasgos geográficos para tener datos precisos sobre este punto; por lo pronto es claro que los trabajos que se realizan al aire libre y que dependen del clima para su realización son los más afectados. En Argentina, por ejemplo, en 2017 un 20% de los empleos asalariados realizaba al aire con exposición directa al sol, principalmente en agricultura y construcción (Ministerio de trabajo 2018). Si proyectamos hacia América Latina, aparecen dos grandes grupos ocupacionales donde la adaptación a las mayores temperaturas será clave: los servicios urbanos de baja calificación (como la construcción y las changas) y la agricultura familiar. Se trata justo de sectores donde predomina la informalidad y escasean los mecanismos de protección social.
#3 Lo importante que pasó por no importante: las tareas de cuidados
Lejos del encandilamiento de los avances tecnológicos y de los dramáticos impactos del cambio climático, en 2024 también ocurrió un fenómeno que tendrá fuertes implicancias para la región: se termina el largo período de caída en la tasa de dependencia demográfica. En unos años, este indicador comenzará a subir, y seguirá así hasta fin de siglo. Esto quiere decir que la demanda de cuidados de las personas pasivas crecerá en el futuro cercano, y también en las décadas siguientes. Claro que el foco irá mutando: de las niñas y los niños a los adultos mayores.
Todo apunta a que las tareas de cuidados seguirán siendo realizadas con la participación crítica de las personas. Si bien las tecnologías pueden asistir en algunas tareas, no estamos ni cerca de encontrar sustitutos automáticos para el trabajo humano en este tipo de ocupaciones. Ni siquiera de dispositivos que permitan un ahorro substancial de tiempo, como sí ocurrió con los electrodomésticos y otras tecnologías para el hogar en los años 1950s y 1960s con los electrodomésticos.
Los trabajos de cuidados no sólo importan por su rol en la sociedad o porque sean “de futuro”, sino también porque representan una de las principales fuentes de desigualdad de género en el ámbito laboral. Tomemos primero el trabajo de cuidados que se realiza en el hogar y no es remunerado. En Colombia, por ejemplo, una mujer en su 20s trabaja en tareas del hogar no remuneradas unas cuatro horas más que un hombre de la misma edad, que utiliza esas cuatro horas “extra” en trabajar por una remuneración y en... bueno, consumir ocio (ver Urdinola y Tovar 2018). Pasemos al trabajo de cuidados remunerado. Allí se observa –como mostramos en Ballesty et al. 2024- que 3 de cada 10 mujeres latinoamericanas con un empleo del cuidado se desempeñan en trabajos de baja calificación, específicamente, como trabajadoras en casas particulares. Este sector da cuenta del 7% del total del empleo femenino en la región y del 33% del empleo de las que trabajan en cuidados. Mientras tanto, en los países desarrollados, el mismo sector sólo emplea al 1% de las mujeres que trabaja y al 5% de las que lo hacen en el área de los cuidados.
Hacia delante, hay tres dimensiones para pensar el futuro del trabajo en los sectores de cuidados y que pueden ser avenidas para redoblar los esfuerzos en reducir las brechas de género. La primera, la ventana de oportunidad que representa la tendencia a la baja en la cantidad de niños y niñas en edad escolar para que los sistemas educativos inviertan más y mejor por alumno/a (lo que se conoce como el trade off de calidad/cantidad en el capital humano), lo cual a su vez abre una puerta para jerarquizar los empleos del sector educación (y aquellos de cuidados en primera infancia). El segundo, la provisión de servicios de cuidado de adultos mayores es insuficiente en la región, y –como vimos- su demanda sólo crecerá en las décadas por venir. Allí hay espacio y tiempo parar diseñar mercados laborales para los cuidados de largo plazo, que a su vez sean inclusivos por diseño. Tercero, en varios países de la región -desde Chile a El Salvador- los nacimientos de niñas y niños de madres adolescentes se han reducido marcadamente y, en forma consistente, ha caído la proporción de mujeres de entre 15 y 24 años que ni estudia ni trabaja. Las mujeres jóvenes están saliendo. A trabajar, a educarse. Es tiempo de ampliar las oportunidades.