Fantasmas en los Algoritmos: la IA y el mundo del trabajo

NOTA l Ramiro Albrieu l Julio 2024

Desde hace varios años, Julia Pomares y yo hemos estado intercambiando ideas sobre cómo las nuevas tecnologías digitales están transformando nuestras vidas. Recientemente, exploramos estas ideas en profundidad durante el podcast 'Fantasmas en los Algoritmos' de Infobae, donde Julia se destaca como showrunner. Hablamos de fantasmas, de narrativas en pugna, y de los verdaderos problemas a resolver. Y, como siempre me pasa en estas charlas, me voy con nuevas ideas, incógnitas y temas para pensar. 

Aquí presento algunos puntos destacados de nuestra conversación sobre Inteligencia Artificial (IA) y su impacto en el empleo: 


Fantasmas #1: La IA no toma el control 


La IA toma el control. La IA, como toda tecnología, es una forma de hacer las cosas, de resolver problemas y de crear valor. No opera autónomamente ni aparece como un extraterrestre del espacio exterior, sino que responde a motivaciones y acciones humanas. Sea para bien o para mal, los impactos de la IA en la sociedad los crea la misma sociedad, que debe adquirir agencia sobre ese proceso.

 


Fantasmas #2: LA IA no lleva a la obsolescencia del trabajo humano a gran escala 

¿La IA hace redundante al trabajo humano? Esta parecería ser una de las preguntas principales dando vueltas cuando nos adentramos en esta agenda. La ansiedad tecnológica nos ha acompañado al menos desde hace 300 años y con la IA no es la excepción. Como en previos ciclos de innovación y cambio tecnológico, nos encontramos en un momento de reconfiguración y nuevas divisiones del trabajo entre las tareas que realizan las personas y aquellas que se automatizan. ¿Hace falta invertir en la readaptación de habilidades para permitir ese reacomodamiento? Seguro. Pero se trata de crear nuevas complementariedades antes que asumir que con la IA viene la desaparición del trabajo humano. La IA generativa nos muestra cómo esto puede ser más evidente al operar como un asistente multipropósito para la toma de decisiones. ¿La clave? Invertir en la reeducación y adaptación de habilidades para facilitar esta transición. 

 

Buscando el balance entre dos narrativas en pugna 

 Cuando miramos los debates en torno al impacto de la tecnología en la sociedad y los trabajos hay dos claras miradas que se destacan. En primer lugar, una narrativa tecno-pesimista emerge destacando los desafíos significativos que trae la adopción de las nuevas tecnologías: desde el riesgo para el empleo, la amplificación de desigualdades, hasta la posibilidad de un mayor control social. Es vital abordar estos aspectos críticos sin caer en la parálisis. Ignorar las nuevas tecnologías, especialmente en países con dificultades para generar empleos de calidad, no es una opción viable. Como señala la investigadora Payal Arora, el pesimismo tecnológico es un privilegio que no podemos permitirnos. 

Tampoco sirve saltar del pesimismo al optimismo, de la negación a lo nuevo a la idea de que toda solución a los problemas que tenemos es de naturaleza tecnológica. Los problemas son sociales o son del colectivo, no son de la tecnología en sí.  Si no, hoy en día hubiésemos erradicado buena parte de las enfermedades porque ya contamos con las vacunas, algo que no es cierto para una gran parte de la población. Lo mismo cuenta para la IA: tener un smartphone es necesario para conectarse, pero de conectarse a que esa IA cambie lo que haces hay un largo trecho. 

 

El problema: desigualdades exacerbadas 

Las nuevas tecnologías sí pueden generar efectos en términos de desigualdad. En general, las innovaciones tecnológicas se crean para responder a una demanda específica del mercado, y, por lo tanto, el rumbo del cambio tecnológico tiende a alinearse con las preocupaciones y oportunidades de aquellos que pueden pagar por la innovación, es decir, aquellos con mayores habilidades, ingresos y voz en la opinión pública. No se debe asumir que la innovación tecnológica automáticamente reducirá la desigualdad. 

Dicho esto, el impacto específico dependerá de cada tecnología en particular. Si observamos la IA generativa, por ejemplo, identificamos dos tendencias principales. Primero, se ven afectadas ocupaciones con un alto contenido cognitivo. En su uso, la IA generativa compite en habilidades y tareas con trabajadores de capital humano medio y alto, lo que podría deprimir la prima salarial de esas habilidades y reducir la desigualdad. Segundo, esta penalización recae principalmente en segmentos ocupacionales dominados por mujeres, lo que significa que la reducción de la desigualdad salarial podría lograrse a costa de una menor participación de las mujeres en los mercados laborales de mayores ingresos. 

 

Un optimismo basado en la acción: ¿qué hacer?  

La política pública es el eslabón clave para pensar eternos laborales dinámicos e inclusivos. Eso por diseño nos obliga a pensar de manera conjunta aspectos que suelen tratarse de manera aislada: no podemos pensar en empleos de futuro sin pensar en cómo generar entornos regulados, no podemos pensar en empleos de calidad sin pensar en la formación de un sistema educativo que capacite a las personas para participar en los mismos. Menos aún sin un sistema de innovación que permita moldear el cambio tecnológico para que esté más alienado a las reales necesidades del sistema productivo, especialmente en contextos de países con menor desarrollo económico.  
 
Entonces, soy optimista con respecto al potencial de la tecnología parar crear empleos. Pero es un optimismo basado en la acción. 

Pueden acceder a la entrevista haciendo clic aquí

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